Por Gustavo Mandagarán
Las lluvias cambiaron el escenario productivo pero siguen las indefiniciones ante el ballotage.
Las últimas lluvias cambiaron el panorama y devolvieron optimismo al sector. Las precipitaciones tardías recuperaron suelos con acumulados de hasta 130 milímetros en el sur del partido (últimos 30 días) donde sobresale la producción agrícola. Los campos de cría también mejoraron y se recomponen luego de la seca más prolongada de los últimos años. No hay vacas en las banquinas y es una de las señales más concretas de los productores chicos y más perjudicados por el fenómeno climático.
Con humedad en los suelos habrá más retención y se reducirán las ventas por sequía. No quedó mucho pero, quienes pudieron aguantar, trabajarán en el nuevo escenario de superficies fértiles.
Pero…no todo lo que brilla es oro. A las excelentes y bienvenidas lluvias se le suma el complejo escenario electoral lleno de dudas y con más interrogantes que respuestas.
No se escucharon planes a futuros; consensos para la aplicación de políticas de mediano y largo plazo y sobresalen críticas, acusaciones y miserias de la politiquería. Sólo queda discernir entre lo archiconocido de corrupción y mentiras y el misterioso, irritable y varias veces agraviante que también pretende conducirnos.
En 2023 los índices inflacionarios nos posicionan en lo más alto del planeta; continuaron creciendo la pobreza y la desigualdad. La brecha cambiaria; los tipos de cambio y las tasas de interés siguen favoreciendo a especuladores y usureros. La Argentina del esfuerzo y trabajo parece lejana y del siglo pasado.
En síntesis: El Niño cambió y nos trajo excelente lluvias contagiando optimismo y ganas de seguir apostando. La política nos desconcierta con mayores dudas y menos esperanzas de cara al próximo año.